jueves, 14 de febrero de 2008

DIFERENTES TEORIAS ORIGEN DE LA POBREZA

Toda propuesta que se haga sobre la pobreza debe contener tres elementos si pretende erigirse en una referencia de acción política:

a) un concepto de pobreza a partir del cual se pueda proceder a conocer su magnitud e investigar sus procesos de generación, expansión, reducción o enquistamiento;

b) una metodología de medición que permita delimitar y contabilizar la extensión de la realidad de la pobreza, la evolución a lo largo del tiempo y la comparabilidad entre los países;

c) los elementos clave para el diseño de estrategias políticas que tengan como finalidad la eliminación de la pobreza.

No cabe pensar en una política social que no tenga una mínima definición de quiénes son pobres o que no especifique en qué realidad social va a intervenir; ni puede plantearse una medición sin establecer con claridad qué se quiere medir; como tampoco tiene sentido proceder a la conceptualización de un fenómeno social si no hay ningún interés en conocer su dimensión y actuar sobre él. Una forma de caracterizar los diferentes enfoques de acercamiento al concepto de pobreza es, precisamente, según el énfasis que ponen en los anteriores elementos: conceptualización, medición o políticas.

La tensión entre concepto y medición se ha resuelto, históricamente, en el caso del análisis de la pobreza enfatizando la precisión y exactitud de la medición por encima de encontrar conceptos más afinados que recojan la realidad social que se encuentra tras ella. En otras palabras, la preocupación por la medición ha condicionado los esfuerzos por conceptualizar la pobreza, hasta el punto que se ha considerado que se profundizaba más y mejor en el conocimiento de la misma cuanto más precisamente se la pudiera cuantificar. En consecuencia, la preocupación por la metodología y las técnicas de medición ha marcado la mayoría de los trabajos.

Esta hegemonía de la medición no es casual, sino que encuentra su raíz en el escaso debate que ha suscitado el concepto de pobreza hasta muy recientemente. El predominio del enfoque utilitarista en la concepción del bienestar redujo los elementos definitorios de la pobreza fundamentalmente a la renta o al ingreso, estableciendo, al mismo tiempo, niveles muy nítidos y poco exigentes éticamente en la determinación de sus límites. Dado que el interés prioritario era la medición, esta forma de entender la pobreza aseguraba su cuantificación sin mayores problemas. A pesar de la gran cantidad de trabajos de medición realizados en los últimos 50 años, no se planteaba la reconsideración de los presupuestos conceptuales que conformaban la definición de pobreza.

La concepción dominante en el siglo XX se ha basado en un concepto absoluto de pobreza, definido a partir de lo que se denomina el umbral de pobreza. Ese umbral se determina en función del ingreso o renta necesario para poder sobrevivir una persona, y una vez fijado se convierte en la referencia para determinar quiénes son pobres. Realizada la identificación de los pobres, se procede a su medición. Las dos grandes preguntas que resumen el planteamiento de este enfoque se pueden formular así: la primera, quiénes son pobres (es decir, la definición del umbral); la segunda, cuántos pobres hay (o sea, la metodología de la medición).

Pero, aun cuando ése haya sido el enfoque dominante, no ha sido el único. Las distintas concepciones de pobreza pueden agruparse en dos grandes enfoques. Uno, que analiza la pobreza desde sus síntomas; otro, que se preocupa de conocer las causas de esas manifestaciones. A partir de este arranque, ambos enfoques presentan otras diferencias en la forma de abordar la pobreza, ofreciendo dos propuestas metodológicas. Si se parte de los síntomas, la medición y las políticas sociales focalizadas hacia los pobres serán sus preocupaciones. Si se parte de las causas, el análisis se centrará en conocer los procesos donde se originan esas situaciones de carencia.

La hegemonía de la primera concepción de pobreza ha sido evidente en las últimas décadas y se corresponde con la seguida por los organismos internacionales. Curiosamente, la preocupación por el debate sobre su concepto sólo se ha producido cuando se refería a las sociedades desarrolladas. La pobreza de los países en desarrollo no fue objeto de un debate paralelo, como si las grandes miserias fueran evidentes en sí mismas y no necesitaran de mayores refinamientos. El estudio de la pobreza en los países en desarrollo se ha producido desde la distancia y desde la preocupación por determinar su extensión.

Esta visión estrecha de la pobreza se resume en las siguientes características. Primera, la pervivencia de un concepto de pobreza que entiende ésta desde un referente absoluto: la mera supervivencia biológica. A pesar de los profundos cambios experimentados desde principios de siglo, la referencia de los mínimos de supervivencia apenas se ha modificado. Los mínimos que fijaron Rowntree y Booth a fines del siglo XIX no presentan diferencias sustanciales del umbral de pobreza todavía vigente del banco mundial, que establece el ingreso de un dólar-día por persona como referente de la pobreza. Segunda, no es una casualidad esa continuidad, si se tiene en cuenta que la gran preocupación del tratamiento de la pobreza fue su medición. Medir es distanciarse y requiere una referencia clara y precisa: las condiciones básicas para sobrevivir. Esto pone de manifiesto la falta de una preocupación normativa que plantee mayores exigencias a la hora de definir cuáles son las situaciones de pobreza que pueden y deben ser superadas. Tercera, la determinación de cuáles son los requisitos para la supervivencia no requiere ninguna definición previa de bienestar. Al contrario, su referencia es meramente negativa y responde a la pregunta: ¿cuáles son las condiciones imprescindibles para que las personas no mueran? Así, la responsabilidad del modelo –la exigencia normativa– no va más allá de garantizar la supervivencia de las personas. Los aspectos positivos del desarrollo, es decir, del bienestar, no se tienen en cuenta.

Finalmente podríamos decir que POBREZA: Es un hecho social que en determinado espacio carece de lo necesario para sobrevivir.

Ø El sistema socialista – comunista: Denomina pobres a los que no poseen los medios de producción (materiales, instalaciones, naturaleza del proceso de producción) estos pobres son dueños solo de su trabajo que recae en una explotación (plusvalía) del hombre por el hombre.

Ø El sistema capitalista – liberal: Manifiesta que la economía esta regido por leyes naturales, semejantes a los que rigen el mundo físico que el hombre no puede cambiar y solo debe limitarse a descubrirlo y acatarlo en todo sus sentidos. Las personas son pobres frutos de su trabajo; y otras personas son pudientes, también gracias al fruto de su trabajo.

AUTOCRITICA DE ESTAS CONCEPCIONES: Tomando la acotación de Hegel No existe ninguna verdad eterna", entonces es tiempo de concebir el BIENESTAR que encierra las cosas necesarias para vivir bien. Para llegar a concebirlo debemos primero identificar la verdadera pobreza:

A. Los pobres de ética personal y ética social.
B. Los pobres de conocimiento y educación.
C. Los pobres de economía carentes de algunos bienes de primera necesidad.

Según lo expuesto tendríamos las siguientes concepciones con respecto al origen de la pobreza:
La comunidad primitiva tuvo pobreza ética y de conocimiento y en cierto grado la pobreza económica.

El régimen esclavista tuvo pobreza ética y económica hacia los esclavos; el conocimiento germinaba tecnológicamente.
El régimen feudal junto con la iglesia proporcionó una ética opacada a sus intereses y de los grandes feudos, pobreza económica de los siervos, pero avances importantes en el campo del conocimiento.
El régimen capitalista y socialista solo brindan el avance del conocimiento y lo tecnológico, pero les falta vencer las otras identificaciones. 3- Estudio histórico sobre la evolución de la pobreza en la historia.
Las distintas formulaciones de la pobreza y los términos con que se la ha designado reflejan, simultáneamente, la complejidad del concepto y la carga histórica que contiene. La comprensión de esta relación entre el concepto de pobreza y los valores dominantes en cada momento en la sociedad es fundamental para su análisis. Este aspecto ha sido puesto de relieve por muchos sociólogos y economistas, como Titmuss, Townsend, Abel-Smith, Atkinson y otros (Woolf, 1989).
Hasta muy recientemente la humanidad consideraba la pobreza como un fenómeno que no tenía solución porque se carecía de los conocimientos y la tecnología necesarios para superarla. La pobreza era una condición impuesta a las personas, y el hecho de que las personas cayeran en esa condición o se libraran de ella venía determinado en la mayoría de los casos por el azar.

§ Mediados del siglo XVIII

Comienza a formarse la percepción de que la pobreza puede vencerse. Los avances técnicos hicieron vislumbrar el progreso económico, es decir, la posibilidad de incrementar la cantidad de bienes y servicios a disposición de los seres humanos para satisfacer sus necesidades. Los economistas clásicos entienden la pobreza como una categoría central del análisis económico, y Adam Smith afirma que ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz si la mayor parte de sus miembros son pobres y miserables.

§ Finales del siglo XIX

Con los estudios de Booth y Rowntree en el Reino Unido, no se aborda la pobreza como objeto de estudio científico. Su definición de un umbral de pobreza en base a establecer la renta mínima necesaria para la supervivencia de las personas ha marcado el posterior desarrollo de los estudios de pobreza.

§ Ultimas décadas del siglo XX

El estudio de la pobreza se ha impulsado en las ultimas decadas del Siglo XX ante el “redescubrimiento” de los fenómenos de pobreza. La percepción de la pobreza ha tenido una evolución diferenciada cuando se ha tratado de analizarla para los países desarrollados que cuando se ha planteado la cuestión de cara a los países en desarrollo. Aunque en ambos casos puede hablarse de una característica común, que es el resurgimiento, o el “redescubrimiento”, de los fenómenos de pobreza en los años 70 como el factor que ha impulsado su estudio en las últimas décadas. Este carácter reactivo ha sido una constante en el desarrollo de la investigación sobre la pobreza, que durante largos períodos permanecía prácticamente inactiva volviendo con fuerza cuando la realidad sorprendía con una dimensión del problema de la que no se era consciente.

§ Después de la II Guerra Mundial.

La pobreza se llegó a considerar como una cuestión, si no resuelta, al menos no problemática. En los países desarrollados, la extensión y profundización del Estado del Bienestar hizo pensar en la práctica desaparición de la pobreza como fenómeno social de magnitud relevante, o, por lo menos, como una cuestión superada y cuya resolución final vendría con el transcurso del tiempo. Entre las décadas de los 50 y los 70, el fenómeno de la pobreza casi desapareció de la agenda de los científicos sociales, salvo algunas excepciones, entre las que destacan Townsend y Sen. Durante este período, la pobreza se convirtió en un objeto de técnicas de gestión social, hasta que con la aparición del paro masivo y de larga duración y de los fenómenos de exclusión social empieza a ser percibida como un proceso preocupante para el buen funcionamiento económico y social.
La realidad de los países en desarrollo presentaba un panorama distinto. No se desconocía la existencia de graves carencias, pero la explicación que se daba variaba entre consideraciones de orden histórico, por un lado, y climático-naturales, étnicas y culturales, por el otro. El enfoque con que se intentó afrontar la pobreza fue a través de la promoción del desarrollo. La ideología dominante confiaba en las posibilidades que ofrecía la economía capitalista para seguir creciendo y en las interrelaciones positivas entre el crecimiento de las economías de los países industrializados y el desarrollo de los países menos favorecidos. La pobreza era una realidad, pero no merecía una atención específica: el desarrollo estaba por llegar.
Sin embargo, la pobreza sorprendió en todos los sentidos. Primeramente, en los propios países desarrollados. En 1962, la obra de M. Harrington, The Other America, mostró el panorama de un país con unos 40 ó 50 millones de personas inmersas en nuevas y viejas formas de pobreza. En 1964, el presidente Johnson anunciaba la guerra contra la pobreza. En el Reino Unido, Brian Abel-Smith y Peter Townsend publican en 1965 su libro The Poor and the Poorest, donde ponían de manifiesto, analizando los datos oficiales, que en 1960 el 14% de la población vivía en situación de pobreza. Los datos hacían ver que no era cierto que se diera una relación automática entre crecimiento y eliminación de la pobreza.
Si esto ocurría en las economías avanzadas, no es de extrañar que las estrategias de desarrollo impulsadas a lo largo de las décadas de los 60 y 70 tuvieran como resultado el agravamiento de las desigualdades y mostraran su incapacidad para mejorar el nivel de vida de las mayorías. El objetivo de conseguir el crecimiento ocultó la pobreza que se iba generando. A partir de los 70, en gran parte debido al enfoque de las necesidades básicas, impulsado por la OIT, la consideración de la pobreza en los países en desarrollo comenzó a ser objeto de numerosos trabajos. Más adelante, las consecuencias sociales de los programas de ajuste estructural implantados de forma generalizada en los países en desarrollo, sobre todo de América Latina, a partir de la mitad de los 80, planteó de nuevo la necesidad de impulsar los estudios sobre la pobreza (Wilson, 1996:21).

§ En la década de los 90.Las expectativas optimistas anunciadas por los organismos internacionales sobre la progresiva superación de la pobreza a escala internacional no se han cumplido. A pesar de que el objetivo de la erradicación de la pobreza ha estado presente en los foros internacionales y se ha establecido como la prioridad en la estrategia de cooperación al desarrollo, los resultados no ofrecen un escenario favorable para que los mismos mejoren si se siguen los actuales enfoques.

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